Guardianes invisibles: historias que habitan la Tierra

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Cuando la Tierra tiene sus propios planes

Hoy te cuento una historia real. De esas de las que te acuerdas durante mucho tiempo y puede que te rías de ti misma después, claro.

Un día cualquiera, plan sencillo: paseo tranquilo con un colega por unas islas pequeñitas en medio de un río en Galicia, llamadas “ínsuas”. Plan de desconexión, respirar aire puro, escuchar el agua.

Hasta ahí todo bien.

Pero claro, a veces la Tierra tiene otros planes para ti. Y no te manda un "llama-cuelga" para avisarte.

La placa y la llamada sutil

Caminando por una de esas pequeñas islas conectadas por puentes de madera, veo una placa conmemorativa dedicada a un señor del pueblo:

"[...] hombre de muchos oficios, hombre de bien, amante de la naturaleza, cuidador voluntario de estas ínsuas, vecino ejemplar".

Y yo, que soy así, sensible a la vida sutil, sentí una energía peculiar alrededor. Y pensé "A ver si va a ser que este hombre todavía anda por aquí cuidando la zona, haciendo lo mismo que hizo con amor toda la vida. Tal vez se quedó enganchado con algo de este lugar".

Así que respiré hondo y pregunté, primero a mi cuerpo. Al sentir que así era, le pregunté a esta alma si seguía aquí y si deseaba avanzar y continuar su viaje donde le correspondiera. Que no es plan quedarse vagando en el bajo astral atado a un lugar que ya fue, o a una emoción que debe liberarse y fluir.

Me confirmó que estaba de acuerdo en irse y en que le ayudara. Entonces, tal como me habían enseñado, abrí un tubo de luz.

Todo muy espontáneo e improvisado.

Lo sentí cruzar y toda contenta me giré para agradecer al roble que tenía a mi espalda el haberme ayudado energéticamente a hacer ese acto. Puse la mano en su tronco y le di las gracias.

La cosa se pone fea

Mientras estaba con el árbol, de repente sentí una presencia a mi espalda.

No era agradable. Para nada neutral. Era como un golpe de frío seco directo a la nuca.

El ambiente, que antes era de “paseo bucólico por el bosque”, pasó a “película de suspense paranormal” en cero coma.

Me quedé quieta, tiesa, pensando: “Mierda. No sé quien está detrás de mí pero sí se que está muy pero que muy enfadado."

Sentía la ira, el odio y la rabia pegados a mi espalda. No me atreví a moverme. Me daba cuenta de que el árbol me daba anclaje y protección y así me quedé con la mano en su tronco. Firme.

Y mi cabeza iba a toda velocidad:

"Qué está pasando."

"Qué se hace en estos casos."

"¡Qué se supone que tengo que hacer ahora!"

"Y quién carajo está tan enfadado conmigo."

"No puede ser bueno que se me estén erizando hasta las pestañas.”

Conociendo a un "alas negras"

Para los que no estáis metidos en estas películas: en el mundo chamánico, mi maestra me había hablado de los "alas negras", esas almas o entidades que viven enganchadas a la rabia, al dolor, a la miseria. Energéticamente se han puesto "gorditos" a costa de otras almas que se han quedado atrapadas y enganchadas con emociones densas.

Vamos, que vibran más bajo que el suelo del metro. Además, tienen a su grupete de incautos que manejan como si fueran los caciques del pueblo.

Y claro, yo allí, en su territorio, abriendo una autopista de luz. Normal que no le hiciera gracia.

El momento de llamar a refuerzos

Llegados a ese punto invoqué a todos mis aliados de poder: mis animales, mis guías, mis maestros.

(Ya sabes, esos que siempre te dicen: “Solo tienes que llamarme”... y luego menos mal que les haces caso.)

Sentí cómo la energía cambiaba. Percibí que estaba ahora bien acompañada.

Aún así, seguía sintiendo esa energía de agresividad pegada a mí, consideré que ya era el momento de que respetara mi espacio vital y se alejara un poquito.

Instintivamente, me salió abrir mis alas energéticas. Nunca lo había hecho. No sabía siquiera si me lo estaba imaginando pero fue lo que me surgió y, con una mezcla de respeto y mala leche, puse límites:

"Suficiente, que corra el aire.”

Una nube negra

Más tarde, mi amigo —que estaba sentado a 20 metros— me dijo:

“Te vi, y justo detrás de ti flotaba como un humo denso. Me imaginé que estarías con tus cosas y tampoco me preocupé.

Así que, resulta que además de sentirlo, ¡se veía!

Cuando nos íbamos, le conté así por encima (mi amigo de estas cosas energéticas más bien cero) lo que había pasado y me pregunta que si había leído un cartel informativo a la entrada del lugar. Me quedo mirándolo y me aclara: "Pues es que esta zona ha sido escenario de luchas y muertes durante la Guerra de la Independencia con el ejército francés de Napoleón."

Era tierra cargada de dolor, por donde había corrido sangre y violencia.

Cómo reconocer que un sitio guarda memorias

En general, si entras en un sitio y notas alguna de estas señales, ojo:

  • Te pesa el cuerpo o sientes angustia sin motivo.

  • Baja la temperatura de golpe.

  • Te da un dolor de cabeza extraño.

  • Los animales no quieren acercarse.

  • Todo parece más denso, más lento.

No es paranoia. Es percepción energética.

Y no hace falta ser “místico” para sentirlo, es instinto natural.

Tampoco digo que te vayas a encontrar un cuadro como el que te acabo de contar. Pero es posible que haya algo que simplemente no te va a sentar bien.

Cómo caminar con respeto por lugares sagrados

Después de esta aventurita, tomé nota mental para próximas situaciones similares:

  • Sentir el lugar y sentir la respuesta de mi cuerpo y mi instinto.

  • Conectar con los guardianes, con los seres de la naturaleza que custodian el lugar.

  • Presentarme con humildad.

  • Actuar solo si siento que soy bienvenida, y tengo permiso.

  • No ir de salvadora universal. Hay heridas que tienen su propio ritmo.

  • Siempre llamar a mi Dream Team energético. Siempre.

Enseñanza desde la ciencia y la historia: el efecto de los lugares cargados

Puede sonar muy espiritual, pero también tiene su base en estudios de psicogeografía.

En algunos experimentos, se ha comprobado que ciertos lugares "cargados" afectan a la actividad eléctrica cerebral de los visitantes. No se trata solo de fantasmas, sino de memorias energéticas que impactan en nuestro sistema nervioso.

Grandes genios como Nikola Tesla ya hablaban de “campos” que almacenan información vibratoria en la materia, no solo lo cuentan en Cuarto Milenio.

Historia real inspiradora: Jane Goodall y el poder de la presencia

Jane Goodall, la famosa primatóloga, decía que para estudiar a los chimpancés primero debía "ser aceptada" por la naturaleza. Se sentaba durante horas, en silencio, dejando que el bosque la "oliera", la reconociera.

Eso mismo deberíamos hacer cuando entramos en un espacio: escuchar antes de actuar, sentir antes de ir como turistas energéticos.

La Tierra guarda memoria

Este planeta no es solo roca y agua. Tiene alma, tiene memorias, tiene heridas.

Cada paso que damos deja huella, tanto en el plano físico como en el invisible. Es más, cada pensamiento que tenemos, es una frecuencia que lanzamos a esta matriz, a este "vacío", al espacio en el que estamos inmersos. Lo pensamos, y parece que se queda en nuestra mente, en nuestra cabeza pero no, ahí se va flotando, vibrando, impactando nuestro entorno, también a otros seres vivos.

¿Emitimos algo que nutre o lanzamos pensamientos "basura"?

A veces, nos viene muy bien simplemente sentarse junto a un árbol y respirar:

“Gracias. Estoy aquí, sintiendo, escuchando.”

— Solum Spirit



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